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martes, 11 de noviembre de 2014

LA ENTREVISTA DE TRABAJO.

Me senté delante de aquella hermosa mesa de despacho de madera noble, color nogal y enorme que presidía la sala de juntas.
Delante mío un sillón gigantesco de cuero negro solemnemente vacío.
La puerta de la sala se abrió a cámara lenta, un chirriar impropio de tanta solemnidad hizo bajar a lo terrenal a toda aquella parafernalia.
Delante mía desfilaba un señor de pelo cano y cejas pobladas del mismo color, ojos claros y gesto serio. Se sentó frente a mi, separados por la descrita mesa y sonrió levemente para de nuevo volver a tomar una actitud altiva.
Con voz trémula y tono arreglo y concordante con los castigos que sometí a mis cuerdas vocales  durante años por la graduación de las bebidas ingeridas y la pureza del tabaco fumado, únicamente alcancé a decir algo parecido a unos buenos días inaudibles a la distancia que mi futuro interlocutor se encontraba.
Sonreí forzadamente, si bien una cicatriz en mi mejilla derecha provocada por un mal entendido con un sufrido trabajador de la  noche que no comprendió que quisiera entrar vestido informal, con zapatillas y algo bebido a un local de gente bien de Valencia, provocaba que mi sonrisa provocara una mueca espantosa en mi rostro que asustaba al mas pintado.
El señor de pelo cano cogió un papel que tenía delante suya, creí distinguir que era mi currículum, llegué a esa conclusión por el escaso volumen de texto que el trasluz me dejaba distinguir.
Dos vistazos al papel y de soslayo uno a mi, posteriormente  dos vistazos a mí y de soslayo uno al papel.

jueves, 30 de octubre de 2014

EL PRIVILEGIO

Allí estaba, sentado al borde del acantilado, jugando con mis pies en el vacio mientras el viento frío del invierno acariciaba mi rostro.
Se estaba haciendo tarde, el sol se ponía en el horizonte y la oscuridad iba ganando terreno a la claridad del día que ya pasaba.
Aquel lugar era sagrado para mi, subía a menudo, sólo allí era capaz de encontrar ese silencio que es capaz de hacernos recapacitar y dar sentido a las experiencias que la vida nos dispone.
No soy persona que acostumbre a huir pero, en cierto modo, aquellas excursiones eran huidas hacia delante para detener mi acelerado paso, y respirar mis responsabilidades, sin nadie, a solas.
De este modo me aseguraba de que las decisiones eran unicamente mías, sin que nadie pudiera interferir y cargar en su mochila errores que únicamente debían pertenecerme a mí.
Aquella tarde tocaba decisión importante y, quizás por ello, tomé asiento algo más a la orilla de lo normal. Es posible que estando tan ensimismado en mis dimes y diretes no me diera cuenta de que ella se acercaba sigilosa por detrás. No la oí, ni la vi, ni me llego su olor a azufre.
No me alertaron la quietud repentina de las copas de los arboles, ni tampoco el silencio que dejaron  las aves que hulleron despavoridas.
Giré la cabeza por mero instinto, sin saber que encontraría su mirada fría y penetrante de unos ojos secos, ausentes de lagrimas, quizás acostumbrada al dolor que causa, desgraciada y rendida a su misión.
Solté un hola ridiculo. Absurdo analizando la situación. Nunca pensé saludarla con un hola. Sólo me faltó invitarla a café.
Ella me seguía mirando inexpresiva y con la misma actitud me contestó -Hola.
No tenía miedo en aquel momento. Tras una eternidad de molesto silencio en el que sólo mi agitada respiración rompía la tensa calma tuve que hacer la inevitable pregunta -¿Vienes por mi?
-No, tranquilo.
- Entonces...¿por qué te muestras? - Pregunté intrigado.
- He visto que estabas dudando si encontrarte conmigo ya  o no, sé que estabas pensando ahí sentado. He decidido regalarte un privilegio que regalo a pocos hombres, sólo a los buenos... te he mostrado mi rostro para que así, sabiendo como soy, decidas que hacer. ¿Quieres venir conmigo o esperar?
- Quiero ir contigo, pero antes tengo que terminar unas cosas- Contesté con toda mi carga de responsabilidad de la que disponía. Quería despedirme de algunas personas.
- Muy bien, si quieres y no cambias de idea te esperaré aquí mismo mañana y a esta misma hora, creo que es un momento perfecto para morir ¿No lo crees tu también?- Preguntó amablemente.
-Si, supongo que si, hasta mañana entonces y gracias por la oportunidad que me brindas.
Cerré los ojos durante un instante, al abrirlos había desaparecido.
A buen paso bajé hasta mi casa, en la puerta había cierto revuelo, dentro oía lamentos de una voz familiar, mi madre.  Entré presuroso, conteniendo la respiración, los sollozos venían de la planta de arriba así qué subí la escalera a toda prisa.
Mi madre estaba abrazada a mi padre y ambos lloraban desconsolados. -¿Qué pasa? ¿Qué sucede? - preguntaba incansablemente sin recibir respuesta. Así que entré en mi habitación y allí estaba yo, en mi cama, tumbado, pálido.
Salí a trompicones, con profundas arcadas.  Abandoné la casa y al doblar la esquina me esperaba Ella, sonriente, mostrando su podrida dentadura - No quería que te escaparas, eres un alma valiosa por tu juventud y te he visto muy dudoso- dijo.
Sólo acertaba a preguntarle el por qué del engaño, por qué jugó conmigo.
- Si te hubiera dejado decidir no hubieras acudido a la cita mañana. Además soy yo quién decide cómo y cuando. Recuerdalo- al acabar la frase me pegó una bofetada que hizo que cayera de bruces provocandome un corte en el labio y un pequeño sangrado que, en ese momento me resulto curioso.

martes, 17 de junio de 2014

EL VIAJE

La ventanilla bajada y la mano fuera para hacer bien el gárrulo, puro estilo anuncio de BMW pero en mi Renault 5 turbo de coleccionista de antigüedades. 
Estrujo el acelerador con furia, tengo claro el destino... estrellarme.
Enciendo un cigarrillo mientras piso el acelerador a fondo, el motor ruge, la mano izquierda sigue fuera del vehículo, el encendedor en la derecha, ¿qué quién conduce? El azar, aunque al azar le ayuda un aire lateral racheado que empuja mi coche contra la cuneta, recupero el control después de encender el cigarrillo, fumar puede matar y de muchas maneras.

lunes, 12 de mayo de 2014

MI LIBERTAD

Centenares, miles de palabras salieron de mi boca, sin sentido y sin orden.
Hirientes, asquerosas y dañinas.
Lo siento te dije después, pero ya era tarde. Eran muchos perdones, eran muchos ataques.
No era la primera vez que  lo hacia, pero si fue la primera en la que cuando te pedí perdón, cerraste los ojos, respiraste profundamente y me lo negaste.
Subiste al caballo de la valentía, ese que tantas veces te negué que tuvieras. Subiste y al galope saliste de mi vida. No quisiste mirar atrás, quizás por miedo a que el trote de la reflexión te invitara a volver a mi lado. No paraste de espolearlo fuerte, no paraste de azotarle  hasta tener la certeza de que ya no estabas cerca.
Cuando cerraste la puerta se quedo el silencio.

LA CARTA

  

Todos los días te llamaba a la misma hora y al tercer timbre descolgabas  -Dígame, ¿diga? ¿Quién es? - yo callaba, tan sólo escuchaba tu melosa voz contestar intrigada, con  timbre temeroso e indeciso... pero precioso.
No todas las noches descolgabas el teléfono, sabías que era yo y sentía tu miedo. Lo entiendo, no te guardo rencor. Yo hubiera hecho igual que tú.
            Por las mañanas compartíamos viaje en tren, cerca de media hora juntos, en el de  las ocho y media de la mañana.  Me sentaba cerca de ti, pero lo suficientemente lejos para que no sospecharas que camuflado tras mis gafas de sol escudriñaba cada parte de tu rostro, tus profundos ojos verdes, tu nariz perfecta y tus carnosos labios.

martes, 11 de febrero de 2014

LA FRONTERA


 
Todos los días y a la misma hora nos citábamos en aquel punto de la frontera.  Era unos pocos metros sin muro físico que nos permitía darnos la mano si bien,  aquel sencillo gesto, era lo más parecido a jugar a la ruleta rusa ya que nos podían ver los cientos de vigías que observaban a los ciudadanos de ambos lados que transitábamos por la zona.

miércoles, 1 de enero de 2014

RELAXING

¿Sabéis los dias libres que más disfruto, aquellos que realmente me agradan? 
Son esos en los que el resto del mundo debe trabajar, esos en los que te levantas media hora más tarde de lo habitual, te asomas a la ventana y observas que el mundo se ha puesto en marcha sin ti. En ese momento te das cuenta de que el engranaje funciona perfectamente sin tu presencia, suspiras aliviado, te relajas y regresas a la cama.