Vistas de página en total

miércoles, 11 de diciembre de 2013

EL ULTIMO ADIOS

En ocasiones el tren de la vida te permite compartir viaje con personas maravillosas, personajes que el azar coloca estratégicamente en las estaciones de tu viaje para aprender, admirar y sentir junto a ellos.
Esto mismo me ha sucedido a mí. Un buen día apareció un nuevo compañero de travesía, Don Valeriano.
Don Valeriano iba siempre elegantemente vestido,  su pelo cano  perfectamente peinado y cuidado hasta el último detalle de su aspecto. Su caminar era cansado y le costaba no curvar su espalda, no en vano su viaje no estaba siendo fácil. En más de una ocasión le habían invitado a bajar del tren de la vida de manera brusca, a saber: entre varios accidentes simples y al ver que esta técnica con él no funcionaba, lo intentaron apear con dos infartos y sendos canceres de pulmón. A cambio de quedarse algunas estaciones más en el tren cedió dos operaciones a corazón abierto y un pulmón pero con esto y todo el revisor no se iba a conformar.
Sus visitas a mi trabajo eran regulares. Hablábamos de todo y de todos. Había ostentado cargos en el Ayuntamiento de Valencia, en alguna junta de distrito y se vanagloriaba de los logros de su gestión, de su honrada gestión. Recalco esto por que quedan poquitos políticos que se puedan llenar la boca con el compendio honrada gestión. Aún así no nos poníamos deacuerdo, él iba con los suyos y yo con ninguno, pero con los suyos seguro que no.
Podíamos estar largas horas dialogando, aunque siempre contaba las mismas anécdotas que terminé por saberme de memoria pero que siempre escuchaba como nuevas por la pasión con las que las narraba.
Poco a poco su salud fue empeorando de nuevo, primero llegaba muy cansado, luego un extraño resfriado y por último el maldito cáncer volvían a visitarle en el único pulmón que le quedaba. Me lo contó como el que le afecta una segunda gastroenteritis en un mes, jodido pero convencido de que se iría. Me dijo - Este hijo de puta no puede conmigo, no pudo, no puede ni podrá. Le he ganado ya dos veces y habrá una victoria más- no pude más que asentir.
Volvió hace un par de semanas, me dijo como sería el tratamiento que le darían, lo note menos optimista. Me confesó que creía que esta vez iba a ser distinto, que tenía un presentimiento... un mal presentimiento y se marchó.
Hoy ha vuelto, agotado por los efectos de la quimioterapia, quería finalizar unos asuntos - Joder chaval lo estoy pasando fatal, esto es muy duro, muy duro- y me ha dado los papeles.  No hemos conversado más, estaba muy cansado.
Le he acompañado hasta la puerta como de costumbre, pero en vez de despedirse como siempre se ha parado, ha clavado sus ojos en los míos y me ha tendido la mano - Por si no te vuelvo a ver... ha sido un placer.
Le he apretado la mano con toda la entereza y seguridad que me ha sido  posible, he adoptado un aspecto firme  para responderle  - Tranquilo Don Valeriano que aquí le estaré esperando- Me ha sonreído, ha soltado mi mano se ha dado la vuelta y se ha marchado.
Me he quedado paralizado al verlo marchar, he tenido la sensación de que esta vez no volvería a verlo jamás.
He vuelto a mi escritorio, me he sentado y suspirado. No he podido contener el llanto.
Sirvan estas líneas como homenaje a este señor que un día la vida me concedió en gracia conocer. Hoy se ha despedido de mí, espero poder volver a hacerme el sorprendido con sus anécdotas y poder discutir con él de lo que se tercie para llenar esta sensación de vacío que hoy ha dejado en mí.


No hay comentarios:

Publicar un comentario