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martes, 18 de diciembre de 2012

Inmortal

Cogió mi mano y apretó con las pocas fuerzas que le quedaban, nos miramos y quisimos parar el tiempo que se nos escapaba. Busque en el brillo de sus ojos un atisbo de esperanza pero ya no nos quedaba, ni tiempo ni esperanza.
Su respiración era entrecortada, acelerada e irregular.
En la habitación merodeaba una mosca fuera de tiempo y de lugar  que me distrajo por unos segundos.
Volví a mirar sus ojos, volví a buscar esperanza, volví a querer parar el tiempo que se nos escapaba.
Entonces me sonrió levemente, me intentó apretar más la mano y el compás irregular de su respiración paro,  en su cara quedo dibujada, como último regalo de una vida llena de generosidad , una sonrisa de paz y de descanso.
Muchos años de lucha se habían esfumado, muchas noches de pelea perdidas en aquel momento, tantos lamentos y plegarias a escondidas sin resultado. Maldita sea.
Quedé inerte en la silla, con su mano cogida,  buscando todavía parar el tiempo y un atisbo de esperanza.  Era tarde, muy tarde para nosotros.
Una mano se posó sobre mi hombro derecho, mi hijo estaba a mi lado. Nos abrazamos, lloré, él no... él me consoló como un padre consuela a un niño.  Él me consoló como si fuera mi padre, yo le lloré como si fuera su hijo.
Salí de la habitación, fui a la Capilla... no sé a qué. Nunca fui en todos estos años de lucha y pelea, pero tuve la necesidad de ir, de hablar con Él.  Fue una conversación de reproches y sólo le pedí una cosa, que la tratara como se merece, que tenga su lugar especial y que me lleve con ella lo antes posible.
De nuevo la mano en el hombro, de nuevo mi hijo, me levanté de la bancada de la capilla, el crujir de la madera rompió la calma espiritual de algún fiel inmerso en sus plegarias. Mi nuera y mi nieto esperaban en el umbral de la puerta. 
Mi nuera   me dio un beso lleno de afecto y cariño sincero.
Mi nieto, de apenas cinco años, me miraba firme y seguro, me ofreció su mano y la cogí, me apretó con gran fuerza, le mire a sus ojos, vi a su abuela y en el brillo de sus inocentes ojos, encontré la esperanza que creía perdida. Agredecí no haber parado el tiempo para poder aprender del presente, esperar con ansias el futuro y amar mi pasado.
Los recuerdos de los años vividos bombardearon mis neuronas, flashes de felicidad impregnaron mi memoria.  Eso ya no nos lo arrebatará nadie, eso será nuestro hasta la eternidad.
Nadie muere mientras no se le olvida, ella será inmortal.