Centenares, miles de palabras salieron de mi boca, sin sentido y sin orden.
Hirientes, asquerosas y dañinas.
Lo siento te dije después, pero ya era tarde. Eran muchos perdones, eran muchos ataques.
No era la primera vez que lo hacia, pero si fue la primera en la que cuando te pedí perdón, cerraste los ojos, respiraste profundamente y me lo negaste.
Subiste al caballo de la valentía, ese que tantas veces te negué que tuvieras. Subiste y al galope saliste de mi vida. No quisiste mirar atrás, quizás por miedo a que el trote de la reflexión te invitara a volver a mi lado. No paraste de espolearlo fuerte, no paraste de azotarle hasta tener la certeza de que ya no estabas cerca.
Cuando cerraste la puerta se quedo el silencio.