Vistas de página en total

lunes, 12 de mayo de 2014

LA CARTA

  

Todos los días te llamaba a la misma hora y al tercer timbre descolgabas  -Dígame, ¿diga? ¿Quién es? - yo callaba, tan sólo escuchaba tu melosa voz contestar intrigada, con  timbre temeroso e indeciso... pero precioso.
No todas las noches descolgabas el teléfono, sabías que era yo y sentía tu miedo. Lo entiendo, no te guardo rencor. Yo hubiera hecho igual que tú.
            Por las mañanas compartíamos viaje en tren, cerca de media hora juntos, en el de  las ocho y media de la mañana.  Me sentaba cerca de ti, pero lo suficientemente lejos para que no sospecharas que camuflado tras mis gafas de sol escudriñaba cada parte de tu rostro, tus profundos ojos verdes, tu nariz perfecta y tus carnosos labios.
Te tengo que confesar que tu cuello me vuelve loco, es largo y fino, justo para que tu media melena castaña caiga perfectamente sobre tus redondos hombros. Esas mañanas de finales de primavera, cuando empezabas a mostrar tus encantos, me perdía imaginando su sabor. 
Estudiaba tu cuerpo, palmo a palmo. Cada parte de él, centímetro a centímetro. No podía evitar desnudarte en mi imaginación cuando te preparabas para bajar en tu parada, al irte, quedaba prendado de tu belleza y quedaba huérfano de tu compañía.
A la parada siguiente me bajaba, cogía el tren de vuelta, cerraba los ojos imaginándote, soñándote. Deseaba que llegara la noche para, si había suerte, escuchar tu voz.
Nunca he cruzado palabra contigo, no al menos en esta parte del espejo, allí, al otro lado, en el de los sueños imposibles, hicimos el amor en los cinco continentes.
Allí fuimos muy felices.
Ayer llamé, contestó un hombre. No era la primera vez que contestaba. Sé que es tu pareja. Pero me insultó gravemente, me chilló, odio que me chillen, no lo soporto. Gracias a él he tomado una  dura decisión. Los dos no podemos tenerte. Había pensado matarle pero aunque te dolería su pérdida, entiendo que  la culpa de su muerte caería sobre mí, entonces se me ha ocurrido una bonita idea para que no me olvides jamás. Mandarte esta carta y suicidarme, quiero que sepas que me mato por ti y toda tu vida, que te deseo larga, tendrás que vivir con el cadáver de este que te escribe sobre  tu inocente y virgen conciencia.
Lo siento mucho, no era esta la forma que tenía pensado que acabara todo. Sé que sabes que lo siento.
Al poco de leer esta carta sabrás quien soy, no creo que dos personas se suiciden a la vez en este asqueroso barrio, aunque motivos no les falten a más de uno.
Te quiero mucho. No olvides jamás que nadie te ha querido como yo.

PD. He pensado que con la mala suerte que tengo seguro que se suicidan otros tres a la vez. Por lo que pueda pasar... Soy Fonsi, Alfonso López (fui al colegio contigo pero al grupo A) y siendo pequeños te regalé un dibujo por San Valentín. Un corazón roto, sería una premonición.

No hay comentarios:

Publicar un comentario